Isidora Aguirre nació al interior de una familia de clase social alta que desde niña le ofreció un ambiente formativo vinculado al arte y la producción cultural. Fue hija de Fernando Aguirre Errázuriz, ingeniero, de María Tupper Hunneus, pintora, y sobrina de la escritora Ester Hunneus, conocida por el seudónimo de Marcela Paz y la serie de libros Papelucho. Además, su tatarabuela, Isidora Zegers, fue una de las primeras mujeres músicas de las que se tenga registro en Chile. Como joven de familia acomodada, y que creció rodeada de figuras profesionales, Isidora Aguirre tuvo el privilegio de continuar sus estudios más allá de la instrucción secundaria. Estudió trabajo social, se casó –como era la norma- y se fue a vivir a París, donde tomó clases de teatro y sembró el origen de lo que serían cuatro décadas dedicadas a las artes escénicas y la narrativa.
Esta niña prodigio, que comenzó a leer y a inventar historias a muy corta edad. Pasó la infancia con sus abuelos maternos, con los Tupper Hunneus, en los años en que los apellidos y la procedencia marcaban grandes diferencias entre las personas. Con ellos, Isidora vivió años de fuertes estímulos para su creatividad.
Como si fuera lo natural, Isidora describe cómo a los cinco años debutó en el Teatro Municipal , con la obra “El aguilucho”: “No me ponía nerviosa y recuerdo haberlo pasado muy bien haciendo aquellas cosas”. En el colegio Juana de Arco, donde estudió, también se subió a los escenarios. Participaba en las kermeses tocando el piano y la primera vez que tuvo una representación fue en un monólogo. Asegura que entonces no tenía ninguna predisposición para ser actriz, porque su gran fascinación estaba en escribir cuentos.
“Creo que fue a los seis años que escribí un cuento que después empastamos. Se llamaba “Los Anteojos de Pepito” y eran tres páginas con la letra muy grande. No volví a escribir cuentos hasta los quince años, cuando Marta Brunet, amiga de mi madre, me encargó la página infantil de la revista Familia”, explica Isidora.
Mientras Isidora Aguirre crecía, la Primera Guerra Mundial había suspendido el flujo de compañías extranjeras, forzando la aparición de los inexistentes grupos nacionales. Así se generó la llamada “época de oro” del teatro criollo, que se extendió hasta finales de los treinta. Fueron tiempos de intensa actividad, donde los montajes se apoyaban en las cualidades de actores autodidactas de gran carisma y arrastre, como Alejandro Flores, Rafael Frontaura y Pedro Sienna.
Al terminar el colegio Isidora estaba muy confundida en cómo canalizar sus talentos. “Escribía, pintaba, tocaba el piano, pero me molestaba hacer de todo un poco, pero nada realmente bien”. Sin embargo, también tenía un gran sentido social, porque durante años, mientras volvía del colegio había visto a niños mendigando en los alrededores de los albergues que se habían establecido en Santiago, para los cesantes que llegaban de las salitreras del norte, luego de la crisis de 1929. Supo también de la gran epidemia de tifus exantemático que produjo el hacinamiento y la falta de alimentos entre los ex mineros y sus familias. Por eso, al salir de la secundaria decidió que quería estudiar servicio social.
A los 21 años, Isidora Aguirre se casó con un refugiado de la Guerra Civil Española. Comenzó a ganarse la vida como ilustradora y se estableció junto a su marido en la ciudad de París durante un breve período, que aprovechó para seguir cursos de teatro y cine.
En esos mismos años el teatro nacional se agotó y comenzó a desintegrarse. De pronto una constante deficiencia a la hora de seleccionar las obras, la crisis económica mundial de 1929 y la llegada del cine sonoro implicaron un decaimiento de la dramaturgia chilena y la reorientación de muchas salas.
La renovación surgió del ámbito universitario con la creación, en 1941, del Teatro Experimental de la Universidad de Chile y en 1943 con el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica. Tras una década de aprendizaje y actualización, el teatro universitario tuvo su época de gloria entre los años 50 y los 60. El repertorio fue variado e incluyó por primera vez la gama de los clásicos universales y contemporáneos.
Antes de consagrarse al teatro, había comenzado a escribir cuentos infantiles (en 1938 publicó una recopilación de ocho de ellos); también publicó, en 1948, una novela para niños. En los años cincuenta, momentos en que se inicia en el teatro, hay una necesidad en Chile de dar cabida al acontecer ambiental, debido a la situación de descontento de la sociedad hacia sus gobernantes, y que se intensifica en la década siguiente, dando lugar a un espíritu de rebeldía que se percibe en todos los aspectos de la vida y especialmente en el teatro. De manera que se produce un auge del teatro, con la aparición de diversos grupos universitarios e independientes y de una nutrida nómina de nuevos dramaturgos que siguen tres tendencias principales en su creación: escudriñan la crisis de la oligarquía y la burguesía, o muestran la pobreza, entre la historia y el compromiso que provoca la sociedad moderna, o bien adoptan posicionamientos político-revolucionarios militantes.
“Como hija de artista -mi madre era pintora- tuve estímulos para incursionar en muchas ramas, danza clásica, música, dibujo, literatura. Pero hasta que no descubrí el teatro no me sentí haciendo lo mío. Primero me invitó Vittorio Di Girolamo, que era entonces mi profesor de dibujo, como ayudante de dirección en un experimento teatral, que no llegó a concretarse, pero me dejó con «el bichito», como se dice. Luego Hugo Miller me reclutó para su Academia, en 1952, diciendo que había clases de técnica para dramaturgos. Aunque no creía que escribir teatro se aprendía, fui por curiosidad. Más que las clases de técnica, fueron los cursos de actuación que él dictaba, con los métodos de Stanislavsky lo que –junto con la práctica misma de actuación- me ayudaron a aprender la técnica de escritura teatral”.
En 1955 estrena sus primeras comedias Carolina y La dama del canasto, pero muy pronto se dedicó al «teatro comprometido», corriente a la que pertenece buena parte de su producción. Para realizar la protesta social, experimentó con diversos estilos teatrales: comedia, comedia musical, farsa, obras históricas, obras testimoniales y teatro popular. En 1959, estrenó su primera tragedia, Población Esperanza, de marcado contenido social y escrita conjuntamente con el novelista Manuel Rojas. Al año siguiente, saltó a la fama con ‘La pérgola de las flores’, que ha tenido innumerables puestas en escena y que fue llevada al cine con el mismo nombre por el director uruguayo-argentino Román Viñoly Barreto en 1965.
“Me propusieron escribir ‘La Pérgola de las Flores’, una comedia musical. Me pidieron a mí escribirla, mientras que Pancho Flores debía crear la música. Él aceptó inmediatamente. En cambio yo, tenía muy poca experiencia, no conocía el género ni me gustaban las comedias musicales. Además, estaba embarazada, esperando a mi cuarta hija. Pancho (Flores) me tentó. Me dijo que en la comedia anterior “Esta señorita Trini”, sus autores habían ganado como dos millones de pesos. Yo estaba sin dinero. El que terminó de convencerme fue Eugenio Dittborn, cuando me aseguró que Eugenio Guzmán iba a dirigir la obra”.
La gente se agolpaba para adquirir las entradas y más de medio millón de personas vieron la obra durante su primer año de estreno. En vez de recaudar los dos millones de pesos esperados, llegaron a obtener 40 millones.
Isidora Aguirre también escribió novelas para adultos. La primera, “Doy por vivido todo lo soñado”, publicada en 1987, es la historia novelada de su madre. La segunda, “Carta a Roque Dalton” (1990), está dedicada al escritor salvadoñero y al amor que tuvo con él en 1969, cuando ella fue miembro del jurado del Premio Casa de las Américas, que Dalton ganó con su poemario Taberna y otros lugares. Por último, “Santiago de diciembre a diciembre” es una historia de amor que transcurre en época del gobierno de Salvador Allende y del golpe militar del 11 de septiembre de 1973.
Fue profesora de Teatro Chileno y de Construcción Dramática en la Universidad de Chile. También enseñó en la Universidad Técnica del Estado y en la Corporación Arrau. Le tocó ser profesora en la UTE de Víctor Jara y posteriormente hizo clases en dicha universidad junto a él, con quien dividía su tiempo entre creación y clases.
Después de que Augusto Pinochet tomara el poder en Chile, Isidora Aguirre, que permaneció en el país, perdió su trabajo universitario, pero en sus viajes por América Latina ejerció la docencia teatral en talleres en Quito, Cali, Bogotá y México. Tuvo dos hijos con su primer marido, Gerardo Carmona, y otros dos con el segundo, el inglés Peter Sinclaire, del que también se separó.
Isidora Aguirre Tupper falleció la noche del 25 de febrero de 2011 a causa de una insuficiencia pulmonar. Como comentó su amiga y escritora Virginia Vidal: “A Isidora, Chile la entierra debiéndole el Premio Nacional de Literatura que habría sido menguado reconocimiento a su vasta obra de novelista y dramaturga”.