Una voz profunda y una personalidad fuerte caracterizaron a una mujer pionera en el mundo de la actuación, y que dio forma a una de las compañías de teatro más importantes del país. Siempre con su cigarro en la mano, Paz Irarrázaval rompió los esquemas durante toda su vida, alcanzando el reconocimiento popular de ser una de las actrices más reconocidas de los años ochenta.
Paz nace en Santiago, el 16 de mayo de 1931, hija de Joaquín Irarrázaval Larraín y Ana Donoso Foster. Fue la menor de diez hermanos y decidió seguir el camino de las artes en una época en la que ser actriz rompía todos los cánones para las mujeres de la alta sociedad. Paz desde muy pequeña sintió la pasión por el teatro, cuando sus padres la llevaban a ver diferentes obras y conciertos, sin embargo nunca se imaginaron que estas actividades iban a germinar dentro de Paz y la llevarían a optar por las tablas como el gran amor de su vida.
Después de su paso por el Colegio Villa María Academy, entró en 1952 a la Academia de Arte Dramático del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica y debutó en las tablas con la obra de teatro “Martín Rivas” en 1954, a un año de su egreso, adaptada por Santiago del Campo y dirigida por Germán Becker.
Su amor por el teatro la llevó a fundar, en conjunto con otras y otros actores, el Teatro Ictus a fines de los años cincuenta, como respuesta a la visión que habían aprendido en la universidad, adaptando obras clásicas y acercando el teatro a las poblaciones. Según las mismas palabras de las y los integrantes de la compañía, “la necesidad de dotar de contenido a lo que hasta ese momento era solo una insatisfacción compartida, los conduce a una indagación genealógica cuyo resultado es el estreno de ‘La tertulia de los dos hermanos’ y ‘Las suplicantes’, las dos primeras obras del grupo, ambas en 1956”. En el Teatro Ictus, Paz consolidó el montaje y realización de obras de corte testimonial, en los que se abordaban los valores cristianos frente a la vida.
Paz siguió abriendo caminos en el mundo del teatro durante su carrera. En 1978, fundó la Compañía de Teatro de Cámara, junto a su sobrina la actriz Ana María Palma. Desde allí presentaron “Álamos en la azotea” en 1981, “Demential Party” en 1983 y una adaptación de Pantaleón y las visitadoras” en 1989. En el diario La Época del año 1996, Paz dijo que la actuación le permitía conocer al hombre y “entender sus debilidades y flaquezas, y por qué suceden las cosas. El teatro es encarnar diferentes personajes, ojalá lo más opuesto a lo que es uno, para poder jugar a decir en verdad lo que sabemos que es mentira”.
Si bien Paz volcó la mayor parte de su talento como actriz en el teatro, también desarrolló su éxitos carrera en la radio y en la televisión. Participó en más de trescientos radioteatros, con aquella profunda voz que la caracterizaba, además de ser parte del elenco de reconocidas teleseries durante las décadas de los setenta y ochenta. Los roles que tenía se caracterizaban por ser mujeres de gran carácter como la autoritaria y clasista Ana María, en “La Colorina” (1977); La Condesa, mujer alcohólica y dueña de una fuente de soda en “La Madrastra” (1981); Rosario, una estricta ama de llaves en “La Gran Mentira” (1982); la valiente Virginia Wilson en “La Torre 10” (1984); una melancólica mujer llamada Carmen en “Mi nombre es Lara” (1987); Margarita en “Las Dos Caras del Amor” (1988); una poderosa mujer aristócrata llamada Candelaria Subercaseaux en “Rompecorazón” (1994), y su papel más recordado por el público chileno, Leonor Undurraga en “Oro Verde” (1997), en donde se hacía pasar por su hermano, el tío Orlando, para poder unir a sus hijos Ignacio y Agustín.
Todas estas actuaciones le valieron un sin número de reconocimientos, sin embargo Paz prefirió continuar en el teatro, el lugar que realmente le había robado su corazón, algo que hizo hasta inicios del 2000, cuando protagonizó la obra “Tres Mujeres Altas”, junto a Aline Kuppenheim y Liliana Ross, donde encarnó a una mujer de 92 años que fue modelo cuando joven y que va dejando al descubierto el materialismo, clasismo, xenofobia y antisemitismo que caracterizaban a este personaje.
El año 2003 la vida de Paz daría un giro inesperado, cuando se le detectó una artritis reumatoide que la llevó a perder la movilidad de su cuerpo de manera paulatina, debiendo alejarse de los escenarios. Si bien su enfermedad la empezó a aquejar profundamente, el fuerte espíritu cristiano de Paz le permitió no sentir nunca miedo a la muerte, ya que confiaba en que en el cielo lo pasaría muy bien, declarando, en el año 1996 en el diario La Época: “En este momento yo sé que la muerte es un paso a algo mucho mejor. En el cielo vamos a estar con todos los grandes músicos, los grandes pintores, con Bach, con el Giotto, con Fray Angélico… y sobre todo con las personas que uno quiere. ¡Lo vamos a pasar estupendo!”. Finalmente, Paz falleció en su departamento en la comuna de Providencia el 11 de abril de 2010, debido a las complicaciones propias de la enfermedad.