“Baila no más, como tú quieras bailar”, fue la frase que Valentina escuchó desde muy pequeña en su hogar. Gabriela, su madre, inspiró e incentivó en ella la pasión por el movimiento y el baile. Valentina, quien se crió entre cuecas y payas, entre décimas y poemas, que creció entre la música y la palabra popular, encontró en la danza su propio lenguaje para expresar su mundo interior y para comunicar sus sentires.
Valentina nació en 1963, en el seno de una familia de folcloristas y recolectores de música popular. Su padre, el folclorista Héctor Pavéz, murió de una afección cardíaca cuando ella era muy pequeña, en el año 1975, por lo que su madre, la folclorista Gabriela Pizarro, fue su gran maestra. Valentina desde pequeña acompañaba a su madre en todas sus actividades, ya sea recopilando obras en el campo o asistiéndola en las clases de folclor que daba para bailarines en formación en el Centro de Danza Espiral.
Valentina decidió seguir el camino de la danza de manera profesional, formándose como Licenciada en Artes de la Universidad Arcis y egresando como Intérprete del Plan Integral del Centro de Danza Espiral, en donde fue discípula de la gran bailarina Joan Turner y del coreógrafo Patricio Bunster. Una vez que egresa de la carrera, participó como intérprete en diferentes cuerpos de baile, como la Compañía de Ballet Pucará, el Ballet Folclórico Nacional (Bafona), en el Grupo de Danza Espiral y en la Séptima Compañía, además de trabajar con los bailarines franceses Claude Brumachon y Benjamín Lamarche.
En el año 1993, Valentina viaja al DF, en México, permaneciendo tres años contratada por el Instituto Nacional de Bellas Artes como coreógrafa y maestra de la Academia de Danza Mexicana. Durante su estancia en el país del norte, en el año 1994, funda y dirige, con su compañero Rodrigo Fernández, la Compañía Danza en Cruz, que partió siendo un laboratorio de investigación, creación y difusión de la danza contemporánea. Dentro de las creaciones más importantes de la compañía se destacan las obras “Raíces del Cuerpo”, creada para el Ballet Nacional Chileno; “Entrecruces, música y danza de la tierra”, para el Bafona; y “Violeta: Cuerpo y Alma” para el Ballet Folclórico de Puente Alto (Bafopal).
También fue coautora, junto a Fernández, de las obras “Matadero Alma” y “Santa Fiesta”, y creadora de la obra “Indio Pavéz”, creada en homenaje a su propio padre.
Parte del reconocimiento nacional e internacional de Valentina ha quedado plasmado en los premios y becas que ha recibido. Ha sido ganadora de cuatro Becas Fondart, para desarrollar diversos proyectos artísticos; las Beca de Excelencia 2006 y Proyecto Bicentenario 2008, así como la Beca de la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, en los años 2004, 2005 y 2007, para participar en festivales en México, Cuba, Chile, Venezuela y Bolivia; además de ser nominada en cuatro ocasiones para el Premio Altazor en Coreografía.
Otros caminos por los cuales Valentina ha llevado su carrera han sido los caminos de la docencia. Ha sido profesora en diversas instituciones: de Técnica Moderna, Método Leeder y Análisis del Movimiento, así como profesora de Danzas Folklóricas Chilenas, en las universidades De Las Américas y Academia de Humanismo Cristiano. También ha sido docente de “Análisis del movimiento y la vinculación con el cuerpo” en Maestría en Investigación de la Danza, en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Danza (Cenidi) José Limón, en México. También integró el Núcleo de Investigación de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, en donde fue parte del equipo que realizó el libro “Cuyacas: Música, Danza y Cultura en una sociedad religiosa en la Fiesta de la Tirana”.
Por otra parte, otra faceta que Valentina ha explorado ha sido la de la organización sectorial, siendo dos veces presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores Artistas de la Danza.
Sin duda esta bailarina, coreógrafa, intérprete, docente y maestra ha vivido por y para la danza, manifestando todo su ser interior y creativo a través de este arte. Valentina habría comentado en una oportunidad que la danza la tomó con un instrumento, “desde la espiritualidad corporal, recorriendo un camino propio y desplegando toda la energía como forma de canalizar mis inquietudes”. Energía creadora que fluye y se refleja en cada espacio e interpretaciones en los que ha participado Valentina, como autora o intérprete, desde el folclor, que la forjó como su escuela madre, hasta la danza contemporánea, que se convirtió en su compañera de ruta.