En el teatro chileno no solo hemos tenido consagradas actrices y actores que han llenado las calles y salas con el hermoso arte de la actuación, sino que también existen grandes maestras y maestros que dan vida al desarrollo del teatro, desde su escenografía, el vestuario y el arte que hay detrás de cada obra teatral. Una mujer que se ha destacado por el impecable y profesional trabajo artístico asociado a la creación de obras de teatro ha sido la diseñadora teatral Amaya Clunes, un referente artístico para las nuevas generaciones vinculadas con la creación teatral.
La talentosa Amaya Clunes nace en Santiago el año 1940 y desde muy joven optó por el teatro como su gran escuela de aprendizaje y posterior camino profesional. A los 19 años decide dejar la carrera de Arquitectura que estaba cursando y entra, en 1959, a la carrera de Diseño Teatral de la Universidad de Chile, de donde egresaría el año 1962.
En el año 1961 ya era ayudante de diseñadores del Instituto del Teatro de la Universidad de Chile (ITUCH), y desde antes de su egreso, Amaya participaría en la puesta en escena de renombradas obras, como “La casa de Bernarda Alba”, de Federico García Lorca, donde participó como secretaria de dirección en el año 1960, a sus 20 años.
En 1963, Amaya diseñó el difícil vestuario de la obra “El círculo de tiza caucasiano” de Bertolt Brecht, histórica y exitosa producción nacional que le significó, gracias a su talento y profesionalismo, ser designada como escenógrafa y vestuarista de “Los invasores” de Egon Wolff, y en 1964 realizó la monumental escenografía de “Romeo y Julieta”, con motivo de la conmemoración del cuarto centenario de William Shakespeare.
Otras destacadas obras en las que participó fue en 1961, como ayudante de diseño y realización de vestuario de la obra “O’Higgins” de Fernando Debesa; en 1962 es ayudante de escenografía de “Ánimas de día claro” de Alejandro Sieveking y de “La zapatera prodigiosa” de Federico García Lorca. En 1964 diseña la escenografía y vestuario de “Don Juan” de Molière. Además, realizó los diseños para “Cascanueces”, que estrenó el Ballet Nacional de la Universidad de Chile, asumiendo el cargo de vestuarista en el Canal 9.
En 1965, Amaya se convierte en profesora de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y viaja a Concepción para dirigir la realización de la escenografía de la obra “La muerte de un vendedor” de Arthur Miller. Para 1968, el trabajo de Amaya es reconocido nacionalmente y es becada por la Embajada de Chile en Budapest, además de ser invitada por el Consejo Británico y por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Checoslovaquia a participar en diversas actividades, exposiciones y obras.
Debido al Golpe de Estado de 1973, Amaya Clunes fue exonerada de su trabajo en la Universidad de Chile, y se le prohibió trabajar en el servicio público. Su esposo, el fotógrafo Patricio Guzmán fue perseguido por las fuerzas represivas, por lo cual ambos deben partir al exilio, radicándose primero Buenos Aires y luego pariendo a Hungría, lugar donde vivieron siete años. Amaya dedicó parte de su desarrollo profesional a la organización comunitaria con diversos compatriotas exiliados, produciendo un film animado llamado “El Copihue Rojo”, que buscaba mantener vivo el recuerdo de Chile en las niñas y niños que fueron exiliados junto a sus padres. Posteriormente, Amaya partiría a vivir a Canadá, lugar donde lleva radicada 28 años junto a Patricio.
El legado de su trabajo no solo es reconocido en Chile, sino que ha sido valorado tanto en Europa como en Canadá. Y es que la impecable trayectoria de Amaya no solo ha marcado un precedente en la historia del teatro chileno, sino que también su trabajo ha permitido mantener la memoria de una cultura artística que se vio truncada de forma abrupta. Gracias a sus creaciones artísticas y audiovisuales las y los compatriotas que se alejaron de estas tierras pudieron mantenerse aferrados al calor del hogar, ya que las obras de Amaya han acercado un poquito de Chile a cada persona y lugar del mundo en donde ella se ha encontrado.