El fructífero mundo de la pintura chilena tuvo a principios del siglo XX una de sus mayores exponentes. La pintora Ana Cortés fue una mujer precursora en el mundo académico y en las Bellas Artes, además de ser una de las pintoras más premiadas en la historia de nuestro país. Dividiendo su juventud entre Chile y Francia, Ana se formó en el mundo de la pintura desde muy pequeña, pero consagrando su gran carrera durante la segunda mitad del siglo XX en Chile.
Ana nace el 24 de agosto de 1895 en Santiago, pero como su madre era francesa pasó gran parte de su infancia en París, hasta sus jóvenes 20 años, cuando regresa a Chile a estudiar en la Escuela de Bellas Artes en el año 1920, siendo formada por grandes maestros como Juan Francisco Gonzáles y Ricardo Richon-Brunet.
En 1925, volvió a París a estudiar en la Academia Grand Chaumière, donde recibió las enseñanzas del pintor André Lhote, uno de los referentes más importantes del cubismo francés. La aventura de Ana en Europa duró al menos tres años, recorriendo diferentes museos en Italia, Bélgica, Francia y España. También conoció la Escuela de París, movimiento artístico que la inspiró en el estilo de pintura que realizaría en sus trabajos a lo largo de su vida.
En 1928 regresó a Chile, convertida en una consagrada pintora luego de exponer en el Salón de Otoño de París, junto a otros artista que se formaron en Europa, hito que marcó un precedente en la historia del arte chileno, ya que posicionó a los artistas locales dentro de las nuevas tendencias artísticas que existían en aquella época. Formó parte de la Generación del 28, que profundizó las perspectivas pictóricas que había establecido previamente el Grupo Montparnasse.
Durante su estadía en Francia, Ana perfeccionó su técnica y logró acceder a experiencias formativas que eran negadas para las mujeres artistas de la época en Chile, como lo fue la posibilidad de dibujar desnudos reales. Sin embargo, en su búsqueda de definición artística, Ana comenzó a explorar nuevos lenguajes del arte, como el neocubismo y el constructivismo cezanniano, relacionándose con otras pintoras de vanguardia como Inés Puyo, María Tupper, Marta Villanueva, Graciela Aranis y Henriette Petit.
Ana no solo comenzó a destacarse en el mundo de la pintura, sino que abrió caminos y marcó precedentes en el mundo académico, ya que fue la primera profesora de la Escuela de Bellas Artes de Chile y de la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, con su cátedra de Afiche, que duró tres décadas. Además, Ana estuvo a cargo de crear la biblioteca de la Escuela de Bellas Artes y fue la primera mujer designada Miembro Académico de la Universidad de Chile en 1960.
Durante los años 1950 y 1953 realizó un segundo viaje a Europa, comisionada por el gobierno de Chile, y que le permitió profundizar su técnica y conocimientos, y así, reconectarse con la abstracción en su obra, trabajando con nuevas formas que surgen desde su propio mundo creador e independizándose del trabajo y las técnicas de sus maestros,
Sin duda alguna, en sus 103 años de vida Ana abrió caminos y puertas para las mujeres en el mundo del arte en nuestro país y su reconocido y extenso legado quedará en la memoria del campo artístico chileno.