El rol de las mujeres durante las primeras décadas del siglo XX estuvo fuertemente determinado por las restricciones sociales que limitaron las posibilidades de estas a desarrollarse profesional, política o artísticamente, y que las relevó a la labor doméstica. Dentro de esta realidad, hubo algunas mujeres que pudieron abrirse paso en un mundo dominantemente masculino. Lola fue una de estas mujeres que rompió paradigmas en su época y que, ayudada por el estatus económico y cultural familiar, pudo decidir por cual camino quería llevar su vida, encontrando en la fotografía una manera de exponer su mundo interno.
Aurora Ema nació en Chillán, en el año 1907. Fue hija de un hacendado de avanzada edad, llamado Francisco Falcón, que murió cuando ella era muy pequeña. Su madre, Aurora May, volvió a casarse con el compositor y pianista Armando Vidal, y juntos se trasladaron a vivir a París para que este pudiera perfeccionarse en la música. Lola vivió durante la mayor parte de su juventud en esta ciudad, en la década del veinte, una época de profundas transformaciones sociales, periodo en el cual afloró la creatividad artística y cultural y se comenzó a visibilizar socialmente ideales feministas, debido al proceso de modernización que se estaba viviendo en las principales capitales europeas. Debido a las relaciones sociales que su familia tenía, Lola desde muy pequeña creció en un ambiente parisino rodeada de músicos y artistas y de ideas liberales y sociales.
Lola vuelve a Chile en los años treinta y se casa con el escritor Luis Enrique Délano, con quien más tarde tuvo a su único hijo, el escritor Enrique “Poli” Délano, y juntos se fueron a vivir a Madrid en 1934. En esos años, Luis inicia su carrera en la diplomacia, por lo que Lola y su familia estuvieron constantemente viajando por las principales capitales americanas y europeas. Estando en México, donde partieron a causa del estallido de la Guerra Civil, Lola comienza a tomar sus primeras fotografías y se apasiona por este formato, al retratar los conocidos murales mexicano y a artistas como Diego Rivera y Frida Kahlo.
Es en Nueva York, a fines de los cuarenta, donde toma sus primeras clases, en la New York School of Arts, para luego formarse con la fotógrafa estadounidense Berenice Abbott y con el alemán Josef Breintenbach, quien luego sería su maestro.
Adquiriendo un conocimiento técnico y trabajando con nuevas tecnologías, Lola vuelca toda su creatividad en la fotografía y experimenta en las dos líneas que marcaron su trabajo fotográfico: el retrato y la fotografía documental. Lola retrató a grandes personajes como Albert Einstein, Claudio Arrau, Yin Yin y Frida Kahlo, pero es en la fotografía documental donde reinó su pasión.
El contexto moderno en el cual se crió y el ideal de transformaciones sociales mediante la reivindicación popular que conoció en México, influenciaron directamente en la estética y la esencia de sus retratos, que estaban basados en la captura de lo cotidiano, de la realidad social, lo marginal y el pasaje urbano y rural humanizado, en la vida que transcurría en las calles de pueblos y ciudades. Experimentó mayormente con fotografías en blanco y negro y en formato cuadrado con la cámara Rolleiflex, que al tener el visor en la parte superior le permitía a Lola fotografiar situaciones cotidianas de manera mucho más discreta y poder alcanzar el objetivo de no interrumpir la escena que estaba buscando capturar.
Lola vuelve a Chile en 1949 y expone por primera y única vez sus fotografías en la Galería Central de Santiago y luego instaló por un breve periodo un estudio fotográfico en la calle Merced, pero su pasión siempre fue retratar y documentar el ámbito social y la vida cotidiana, registrando a las y los trabajadores de la época, a la pobreza y la marginalidad, tanto en Chile como en América, Europa, Asia y África. Lola retrató las primeras poblaciones “callampa” que surgieron en Santiago a principios de los años cincuenta, poniendo siempre el foco en el ser humano y en su esencia.
A partir de su trabajo de corte documental y con un cargado sentido político, Lola es considerada como una de las pioneras latinoamericanas de la fotografía de calle y lo marginal, y su obra se convierte en un material crucial en la historia de la fotografía nacional, porque da cuenta de una práctica que era inusual para aquellos años, que difería completamente del circuito artístico de exposiciones en salones, galerías y museos, y que termina por convertirse en un documento histórico que logró capturar la esencia de las contradicciones sociales de la época.
En el año 1957, Lola se radica en la ciudad de Cartagena, donde fotografía la flora y fauna del lugar, así como a personajes locales, sin embargo, no dejó de viajar por el mundo para fotografiar distintas sociedades y pueblos, buscando impregnarse de la cultura de cada lugar en el que vivió o visitó. Vivió en China durante dos años, entre 1959 y 1961, sintiendo una profunda cercanía por las localidades populares, suburbios, comunidades agrícolas, por las y los obreros y la arquitectura de pagodas y templos. También vivió en Suecia dos años, y luego diez años en México, a causa del exilio tras el Golpe de Estado de 1973.
Retornó a Chile en 1984 y una vez que físicamente no pudo seguir sacando fotografías, se dedicó a ordenar y archivar el trabajo que había recopilado en más de cuarenta años de trabajo fotográfico. La obra de Lola supera los más de 5 mil negativos y han sido recopilados y difundidos por su hijo, el escritor Poli Délano, quien las entregó al Centro Nacional de Patrimonio Fotográfico (CENFOTO) para que fueran catalogadas, conservadas y puestas a disposición del público nacional, ya que el trabajo de Lola es considerado como uno de los mayores patrimonios fotográficos del país.