Ser artista es encontrar un lenguaje propio que excede las palabras, que nos permite comunicarnos no solo con el diálogo, sino que a través de nuestro cuerpo, con la pintura, con el dibujo, con la música, por medio de diferentes creaciones que nacen para contar lo que nuestra voz quiere expresar al mundo. La poeta, cineasta y artista visual Cecilia Vicuña ha entendido el ser artista desde esta perspectiva, ella es arte en cada expresión y creación que realiza.
Cecilia tiene una fructífera y larga trayectoria, en la que ha publicado más de 25 libros de arte y poesía, los que han sido traducidos en siete idiomas. Además, se ha desarrollado como activista política, logrando una trayectoria de innumerables trabajos, donde aborda y propone la resistencia desde el pensamiento indígena decolonial, feminista, no binaria, ecológica y en defensa de la vida y los derechos humanos.
Cecilia nació en Santiago, el 22 de julio del año 1948, en medio de una familia de artistas. Su bisabuelo materno, Carlos Lagarrigue, y su abuela, Teresa Lagarrigue, fueron escultores, mientras que su abuelo paterno, Carlos Vicuña, fue escritor. Cecilia estudió en el Liceo Manuel de Salas y desde muy pequeña se apasionó por el arte, explorando la poética y la performance como sus primeros manifiestos artísticos. A los 18 años, estando en Concón, ideó el concepto de “Lo precario”, que materializó en la obra “Basuritas”, de 1966, esculturas de pequeñas dimensiones que creó a partir de desechos y que fueron instaladas para luego desaparecer en la naturaleza. Ese mismo año entra a estudiar arquitectura en la Universidad de Chile, pero luego se cambia a la Escuela de Bellas Artes para estudiar Pedagogía en Artes Plásticas.
En 1967 fundó la “Tribu No”, en la que participaron varios poetas jóvenes, como Claudio Bertoni. Cecilia es autora del “No Manifiesto”, texto que propone el no-hacer como acción. Junto a sus compañeras y compañeros de colectivo realizaron diferentes acciones poéticas en diferentes lugares de Santiago. Entre 1968 y 1971 Cecilia publicó sus primeros poemas, los que fueron incluidos en la revista mexicana “El Corno Emplumado”. Posteriormente, escribiría el poemario “Sabor a mí”, editado por la Universidad Católica de Valparaíso, libro que fue censurado después del Golpe Militar de 1973. Al mismo tiempo que exploraba la poética, Cecilia también desarrollaba su faceta como pintora, presentando dos muestras individuales en el Museo Nacional de Bellas Artes, “Otoño y pinturas” y “Poemas y explicaciones”.
En 1972, viajó a Londres a realizar estudios de posgrado en la Slade School of Fine Arts del University College. En mayo de 1973, realizó una exposición en el Institute of Contemporary Arts, titulada “Pain things & Explanations”, y dio una conferencia llamada “Arte en la Revolución Chilena”. Estando en Inglaterra ocurre el Golpe, por lo cual Cecilia solicita el asilo formal para poder permanecer en calidad de exiliada, logrando recibir una visa de residente.
En noviembre de 1973 publica nuevamente el libro “Sabor a mí”, que esta vez tenía el formato de libro de artista —donde mezclaba texto con imágenes— en respuesta al golpe militar por la censura que había vivido. En esta edición, incluye pinturas como “La Muerte de Salvador Allende” y su retrato de Violeta Parra. En mayo de 1974, junto a John Dugger, David Medalla y Guy Brett, fundan la agrupación “Artist for Democracy” (AFD), para reunir fondos para la resistencia a la dictadura militar que estaba ocurriendo en Chile. Con esta agrupación organizaron el Festival de las Artes por la Democracia en Chile, en la Royal College of Arts de Londres, exhibición internacional que contó con la donación de 320 obras de artistas internacionales y en donde se denunciaron las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la dictadura chilena y por el resto de dictaduras latinoamericanas.
Entre 1975 y 1980, Cecilia se radicó en Bogotá, en donde realizó talleres de creación con comunidades indígenas. Participó también en instalaciones artísticas, y su principal obra en esta época fue “Palabrarmas”, en la cual buscaba dar cuenta de la palabra como la única arma permitida. Esta obra la materializó en dibujos, collages, en pintura, performance y en cine, realizando los filmes “¿Qué es para usted la poesía?” —que hoy es parte del Museo de Arte Moderno (MoMA) en Nueva York— y “Sol y dar y dar”. Además, fundó el grupo “Taller de nueva plástica” y en 1979 publicó el libro “Siete poemas”. Desde las década de los setenta que sus obras se han comprometido visual y poéticamente con la puesta en valor y reconocimiento de los rituales indígenas de Indoamérica, Australia, Sudáfrica y Europa.
En el año 1980, Cecilia fue invitada a realizar performances en Florida y Nueva York, en Estados Unidos, donde conoció al artista César Paternosto, con quién posteriormente se casó. Estando en Nueva York, fue parte del colectivo “Heresies: A Feminist Publication on Art and Politics”, conformado por un grupo de artistas e intelectuales feministas que realizaban publicaciones desde diversas expresiones artísticas. En su paso por Estados Unidos, exhibe por primera vez en el MoMA, donde presenta su trabajo “Three video poems”. Avanzada la década de los ochenta, Cecilia desarrolla su carrera artística de manera itinerante por Latinoamérica: en 1983 graba el film “Paracas” en Perú, una animación tridimensional de un textil precolombino; en 1984, establece en Buenos Aires su segunda residencia y se dedica a viajar por Argentina, Colombia, Perú, Bolivia y Chile estudiando la cultura andina y publicando libros. También publicó obras en México y trabajó editando reconocidas obras poéticas latinoamericanas e hispánicas.
Durante los años noventa, Cecilia logra publicar su libro “La Wik’uña” en Chile, además de lanzar en Estados Unidos el libro “Unravelling words & the weaving of water”, lo que le permitió realizar una gira mostrando sus performance poéticas en el país del norte., así como exposiciones y publicaciones de sus trabajos en Europa. Durante estos años, Cecilia comienza a dar talleres a comunidades rurales en Chile, en los cuales buscaba impulsar la revaloración de los saberes ancestrales y las tradiciones festivas del norte del país.
Ya en la década del 2000, Cecilia publica cuatro libros nuevos, además de las reediciones de sus obras “Palabrarmas” y “Sabor a mí”, además de instalaciones en Nueva York y Valparaíso. En 2010, Cecilia realiza el poema documental autobiográfico “Kon Kon”, donde regresa a la localidad en la que realizó su primera instalación artística. Los últimos años, Cecilia ha gozado de un reconocimiento internacional creciente, siendo algunas de sus obras adquiridas por importantes museos, como el Guggenheim, el MoMA, el Tate Modern de Londres, el Museum of Fine Arts de Boston y el Pérez Art Museum de Miami, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires y en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago.
En el año 2019, Cecilia recibió el Premio Velázquez de Artes Plásticas, otorgado por el Ministerio de la Cultura y el Deporte de España. En esta premiación se destacó su “arte multidimensional, en el que interactúa con la tierra, el lenguaje y los tejidos”, caracterizando a Cecilia como “creadora de una poética especial en la que se cruza la conciencia ecológica, la ciudad y la institución artística. Su trabajo es deudor de un conocimiento milenario actualizado a través de performances, instalaciones, escultura, libros y gestos de la vida cotidiana”. En 2022 ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia.
La obra de Cecilia Vicuña es tan extensa que no cabe en un par de páginas de recopilación por lo extensa de trayectoria creativa. Su arte y poesía han tomado vida propia, y se han convertido en parte del patrimonio artístico nacional y mundial. La multidimensionalidad de su trabajo, que aborda la escritura, la performance, el collage, el tejido, el dibujo y el cine, se puede captar, interpretar y leer con todos los sentidos, se siente en todo el cuerpo, nos atraviesa e interpela en cada uno de los formatos en los que se manifiesta, y es porque su arte está siempre a la espera de una nueva interacción.