De herencia indígena, esta artista ha trabajado y puesto en valor las representaciones culturales del pueblo al que pertenece su familia, llevando el arte textil de influencia mapuche a los más reconocidos escenarios artísticos nacionales e internacionales. Sin embargo, esta artista siempre ha reconocido la mixtura identitaria que la conforma, ya que al ser chilena-mapuche, hay una “contradicción” -como ella la llama- que lleva en la sangre, un choque de dos culturas que la ha convertido en una mujer mestiza que ha conocido en la creación artística la manera de comunicar la identidad que ha logrado construir con el paso de los años.
Lorena nació en Santiago, el 24 de junio de 1954, pero su familia paterna es del sector de Maquehue, en la cercanías de Temuco, lugar en el que Lorena creció y desde donde obtuvo los conocimientos y técnicas textiles que aprendió de su tía, Carmen Ayikeo Lincoñir.
El aprendizaje que Lorena tuvo en su juventud la llevó a ingresar a la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, desde donde se tituló de Artífice en Tapicería Mural Contemporánea, en el año 1985. En su formación universitaria, Lorena se especializó en diversas técnicas de trabajo del área textil, con su maestra María Teresa Riveros, quien también la guió en el comienzo de su trayectoria como docente, camino que la llevó a formar decenas de generaciones de nuevas y nuevos artistas que tuvieron la oportunidad de estar en los talleres y clases que Lorena realizó hasta el año 2005. A partir de su formación académica, Lorena pudo profundizar la técnica de doble faz y los estudios de iconografía mapuche que conocía desde su juventud.
Lorena, además de su labor docente y su trayectoria artística, ha tenido una activa participación en el mundo de la gestión y organización cultural, la cual comienza desde muy temprana edad junto a su padre, quien fue dirigente de una agrupación cultural mapuche. Esta herencia, la llevó a formar la Unión de Jóvenes Estudiantes Indígenas (UJEI), durante la década de los noventa. Esta organización fue creada y desarrollada por jóvenes Rapa Nui, Aymara y Mapuche.
Ha expuesto sus estudios y creaciones textiles desde el año 1974 en diversos museos, colectivos, universidades y salones en Chile y Argentina, como también en países como España, Holanda, Suiza y Polonia. Así mismo, ha realizado talleres y seminarios de formación textil para públicos diversos durante toda su trayectoria profesional. Dentro de su trabajo artístico, se destaca su labor como curadora de arte contemporáneo de la 1° Bienal de Arte y Cultura Indígena que se realizó en el Centro Cultural Estación Mapocho, en el año 2006, donde fue encargada del montaje de la bienal, además de ser expositora de la misma. Otro reconocimiento importante que ha tenido en su carrera es que su obra Wüdufe fue seleccionada como la imagen corporativa de la 2° Bienal de Arte Indígena, realizada el año 2008.
Otros trabajos en los cuales se ha destacado su labor de gestión artística y cultural son la participación en documentales y reportajes de prensa que abordan el arte y la cultura indígena. Lorena también ha publicado artículos, asesorado proyectos de creación artística indígena en distintas regiones y ha guiado diversas tesis de estudiantes de arte.
Lorena es parte de un gran grupo de personas que, a partir de un largo proceso de autoconocimiento y reaprendizaje de sí mismos, logran aprehender y reconocer su identidad mestiza, la que las caracteriza dentro de la conformación social. Las siguientes palabras, presentes en la publicación “Diálogos: Arte Contemporáneo y Reconocimiento Intercultural” de la Universidad Católica, reflejan el sentir de Lorena y nos permiten mirar a la artista con los ojos con los que ella misma ha logrado reconocerse. Palabras que se transforman en una ventana abierta al mundo interior de Lorena, aquel mundo que la ha inspirado tanto artísticamente, como en su rol social y organizativo:
«Soy mapuche-chilena, nacida en la gran ciudad. Llevo en mi sangre dos culturas y la contradicción de millones de seres como yo que han debido entender que este mundo está diseñado por y para los que no creen en la diversidad. Mi obra es la representación del sentimiento de los primeros migrantes. Una ciudad oscura, que lo atrapa y en la que está perdido, distinto al sueño que lo vio nacer allá en el sur. Tres generaciones de mapuche se han sucedido entregándose el poder de mando, cada una luchando con nuevas armas. En medio del cemento descubrimos que nuestro mundo, nuestra Ñuke mapu late poderosa y que, además, nuestros ancestros, se yerguen sobre los edificios para resguardar nuestra memoria. Hemos hecho aquí nuestras vidas sin olvidar a nuestros espíritus protectores, que nos hacen continuar”.