De abuelo herrero y padre y tío mecánicos, Mayra creció rodeada de herramientas y diversos materiales, conociendo desde muy pequeñas las distintas técnicas para realizar trabajos manuales. Su herencia hacedora la llevó a interesarse por los oficios, pasión que desarrolló en su adultez y que determinó su trayectoria profesional.
Siendo niña aprendió a machacar el hierro, a soldar y a cortar palos y a sus 12 años ya estaba realizando los primeros trabajos en el barrio, ofreciendo un infantil pero laborioso y dedicado servicio de tintura de ropas a sus vecinas y vecinos. En una entrevista a Revista Erráticas, comentó que su papá era “…el obrero que nos incentivó, yo creo que salí a la familia de mi papá”, por lo que habría heredado tanto la creatividad, como las habilidades manuales, de confección y construcción de esa parte de su familia. “Cuando chica veía que mi papá era un hombre super creativo. Si necesitaba hacer un ábaco, él tomaba los palos y aparecía”.
A Mayra no le iba a bien en el colegio y la universidad como espacio de formación y de construcción de futuro no resonaba en ella, por lo que desde joven comenzó a aprender distintos oficios, interesándose en la costura y la confección, el cual aprendió junto a su tía. Cuando joven había practicado algunas disciplinas circenses, por lo que conocía un poco el ambiente, dando cuenta que no habían muchas personas que se dedicaran al trabajo textil de circo, y comenzó a realizar arreglos y confecciones de vestuario. Su interés y pasión por el oficio textil ha estado marcado también por una importante conciencia sobre la producción de desechos que se generan a partir de la industria, por lo cual ha puesto el énfasis, dentro de su trabajo, a trabajar con materiales reciclados, con los que da vida a distintos vestuarios y objetos funcionales.
Entró a estudiar a la Escuela de Bellas Artes de Valparaíso, en el año 1996. Allí estudió escultura durante dos años, lo cual le entregó nuevas perspectivas espaciales y técnicas al trabajo que venía realizando en confección. Abandona la Escuela a los 19 años al quedar embarazada de su único hijo, el cual decidió criar a tiempo completo. Con su pareja, William Luttgue, se mudan a vivir al Cerro El Litre, y en este lugar instalan un taller de creación escénica, en el que, combinando el trabajo de Willy en metalurgia y madera con el trabajo textil de Mayra, comenzaron a realizar escenografías, vestuarios y utilería para compañías de teatro y colectivo artísticos.
Así nace el Taller El Litre, con Mayra y Willy a la cabeza, el cual ya lleva casi veinte años de funcionamiento. En el taller hay un sector donde se trabaja la madera y el metal, que se encuentra a los pies de la casa, y unos metros más arriba se encuentra el sector de trabajo textil, donde Mayra desarrolla toda su creatividad y talento. Los encargos artísticos que comenzaron a confeccionar Mayra y Willy les permitió hacerse de un red de personas y colectivos que querían contar dentro sus proyectos con las obras creadas en el taller, trabajando con compañías como La Patogallina, la Patriótico Interesante, el Circo de Aonde o el Circo Koshka.
Además, en el mismo sitio se instaló una antigua micro que acondicionaron para que residentes se pudieran quedar y pasar una temporada en el taller y así participar de los distintos proyectos y trabajos que se realizan en este.
Mayra ha construido su trayectoria como realizadora dentro de la escena artística de la ciudad de Valparaíso, lo cual le ha permitido conocer a muchas y muchos artistas, tanto del territorio como de otros países. Conocer las diversas realidades de las y los artistas le ha permitido dar cuenta de las difíciles condiciones sociales y económicas en las que muchas veces se encuentran, ya que no se cuenta con un apoyo o fomento directo al desarrollo del arte en el país. Es por eso que la orgánica de trabajo y de organización del Taller El Litre apuesta hacia la autogestión, convirtiéndose en una espacio que se abre permanentemente tanto a la comunidad en la que está inmerso, como a las y los artistas y colectivos artísticos que quieran aprender, crear y colaborar con labor que se hace en aquel espacio. Este tipo de organización permite que “…fluyan los recursos y se generen redes y alianzas virtuosas fuera de las lógicas del mercado”. Hoy el taller cuenta con 60 socios inscritos, entre vecinas/os y artistas escénicos.
Además del interés por el desarrollo artístico del barrio y de la ciudad, Mayra actualmente está presidiendo un comité de vivienda que se organizó para impedir el desalojo de las más de veinte familias que viven en el sector donde está ubicado el Taller El Litre, terrenos que fueron recuperados y ocupados por esta comunidad hace más de cuatro décadas, y que hoy pelean por poder adquirir de manera legal. Motivada por la problemática del desalojo del sector, el cual fue comprado para construir viviendas sociales, Mayra dedica parte de su tiempo a la organización social para defender el patrimonio y valor cultural del barrio, el cual tendría un importante carácter histórico dentro del puerto.
Mayra, espíritu creativo, rebosante de energía y dedicación, también ha desarrollado diferentes proyectos que mezclan su pasión por las artes con otros de sus intereses: levantó cerca de su barrio la plaza “Huerta Libre Macarena Valdés”, y participa en el proyecto “Jardinera Itinerante”, que busca crear un carro móvil que les permita moverse dentro de la ciudad para fomentar el arte, el reciclaje y el cuidado y mejoramiento de áreas verdes. Además, trabaja en el proyecto Teatro Container y “La Cocina Pública”, que incluye el trabajo con cocineros en un container acondicionado para cocinar, y que, a raíz de la crisis sanitaria y social que se vivió durante la pandemia, se puso a disposición de la comunidad para hacer ollas comunes.
El legado artístico de Mayra excede el ámbito local, ya que sus trabajo ha sido valorado y requerido en diferentes ciudades del país, y en países como España y Francia, dando cuenta de la relevancia que poseen los oficios autodidactas y el trabajo que se realiza a partir de los conocimientos heredados de persona en persona, y que poseen un nivel de profesionalismo y pasión invaluable. El trabajo de Mayra permite revalorar y perpetuar la tradición de los oficios, con miras a dejar una huella en la comunidad y en el territorio en el que vivimos.