Ilustración: Sol Díaz
Biografía: Gabriela Albornoz

Rebeca Matte

Escultora
1875 - 1929

Quienes habitan o han paseado por Santiago, podrán observar fácilmente las esculturas de Rebeca. Por ejemplo, la estatua de “Ícaro y Dédalo”, ubicada frente a la entrada principal del Museo Nacional de Bellas Artes, entre otras obras que se encuentran en exposición en distintos puntos de la ciudad, mostrando con ello la importancia de su trabajo para la producción artística nacional.

Rebeca Matte Bello nació el 29 de octubre de 1875 en Santiago, Chile. Descendiente de Andrés Bello, Rebeca se crió en una casa por donde transitaban intelectuales de todas las disciplinas. Alejada de sus padres, por los problemas de salud mental de su madre, Rebeca, y por los contínuos viajes diplomáticos de su padre, Augusto, pasó gran parte de su primera infancia al cuidado de su abuela, en retroalimentación con su parentela más cercana.

Una vez que Rebeca creció un poco, fue enviada por su padre a Europa, en donde estudió en academias artísticas en Francia e Italia. Fue grato el interés de quienes la rodeaban al darse cuenta de los increíbles dotes artísticos que demostraban sus creaciones, llenas de creatividad, fuerza y auténtica expresividad. En 1897 se inició en el ámbito de la escultura en Roma, uno de los sitios privilegiados para los estudios escultóricos. Fue discípula del maestro Giulio Monteverde. Al regresar a Francia, continúo sus estudios en la Académie Julian, de la mano de los escultores Denys Puech y Ernest Dubois. En este contexto de aprendizaje, Rebeca tuvo el acceso de estudiar con desnudos de modelos vivos, práctica que estaba vetada para una mujer en el ambiente artístico chileno.

A medida que sus estudios avanzaban y su técnica se perfeccionaba, Rebeca comenzó a tener reconocimiento en Chile y en el extranjero. A pesar de las diferencias de acceso que implicaba ser mujer durante el siglo XIX, y de la enfermedad de tuberculosis que tuvo que afrontar, Rebeca logró seguir puliendo su técnica ser solicitada por algunas entidades nacionales para realizar esculturas a pedido, que luego serían dispuestas en espacios públicas o donadas como regalos diplomáticos a otros países. En 1902, con el nacimiento de su única hija María Eleonora Íñiguez, Rebeca decide regresar a Chile, trasladándose con algunas de sus obras que habían sido expuestas en París. En 1908 Rebeca estaría instalada nuevamente en Europa, en donde fue nombrada profesora honoraria de la Academia de Bellas Artes de Florencia. Este nombramiento se recibió a nivel internacional, ya que era la primera mujer no europea en ser reconocida en ese cargo.

Entre sus obras más importantes destacan la insigne escultura de “Ícaro y Dédalo”, el “Monumento a los héroes de La Concepción” y “La Guerra”, que se encuentra en el Palacio de la Paz, en La Haya. Luego de una carrera artística prolífica y auténtica, la tragedia tomó su vida cuando su hija enfermó fatalmente de tuberculosis. Después de la muerte de María Elena, Rebeca no volvió a trabajar con las esculturas, muriendo a los 53 años en una ciudad cerca de Florencia, en Italia.

Se le recuerda como una artista excepcional en el ámbito de la escultura, y una mujer que rompió con todos los designios culturales que a las mujeres se les asignaba en aquella época, es por eso que la recordamos como una artista que abrió el camino para el oficio de la escultura en Chile.

Fuente(s): 

MNBA

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