Ilustración: Sofía Flores
Biografía: Gabriela Albornoz

Valentina Bone

Arpillera
1932 - 2019

Valentina Bone fue una educadora popular que transmitió con su trabajo, vida y obra el arte de la arpillera, ayudando con ello a muchas familias a poder sobrellevar una economía de subsistencia durante la dictadura militar en Chile.
 
Conocida en el mundo de las organizaciones sociales, y al alero de la Vicaría de la Solidaridad, dedicó gran parte de su vida a la formación de más de 600 mujeres populares en el aprendizaje de diversos oficios, entre ellos las arpilleras, con el fin de que estas pudieran generar ingresos para sus familias y resistir a las paupérrimas condiciones de vida generadas por la crisis política y económica en dictadura.
 
Nacida el año 1932, vivió gran parte de su vida en Santiago en donde estudió para ser Profesora de Arte en la Escuela de Bellas Artes. Hizo clases en el Campus Lo Contador, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, hasta que en febrero del año 1973, a pesar de mantener un trabajo estable, se trasladó a Coyhaique a vivir con su hija.
 
El tiempo transcurrió lento, mientras que Valentina inventaba algunas labores y servicios que ofrecer a la comunidad, trabajando en fundar una organización de mujeres artesanas con el apoyo de CORFO, en donde comenzó a desarrollar la técnica de la arpillera. Sin embargo, el fatídico día del 11 de septiembre de 1973, la historia de Valentina —y de este país en su conjunto— daría un paso sin revés. Alertada ante la violación sistemática de Derechos Humanos, y al ver la terrible miseria que comenzaba a azotar a vastos sectores de la población, Valentina se traslada a Santiago con la ayuda de Ricardo Tirado, quién había sido gerente de Socoagro en Coyhaique hasta que llegó la dictadura y tuvo que trasladarse a la capital, donde por otra casualidad, encontró trabajo como chofer del comité Pro Paz.
 
Una vez instalada en la capital, Valentina se dirigió a las puertas del Comité Pro Paz —que desde 1975 pasa a ser la Vicaría de la Solidaridad— a ofrecer su ayuda a las angustiadas mujeres que llegaban preguntando dónde estaban sus familiares. Ofreció lo que sabía hacer, enseñar arte a las mujeres, y más específicamente, arpilleras, que era la técnica artística que requería costes bajísimos para su realización.
 
Con ayuda de la Vicaría de la Solidaridad, comenzó a recorrer las poblaciones de Santiago de norte a sur, de poniente a oriente, levantando talleres, improvisando escuelas, recolectando materiales y enseñándoles a las mujeres a “bordar” sus experiencias y su sentir sobre la tela de los materiales reciclados. Se llamaron arpilleras porque su base consistía en sacos de papa o de harina que eran recolectados en fábricas o en La Vega. Se encargaban también de juntar hilo, aguja, retazos de tela de todos los colores, y mientras compartían extensas jornadas de trabajo junto con una taza de té, las mujeres fueron dejando de manifiesto en sus arpilleras los horrores de la Dictadura, así como también las esperanzas que encontraban en la organización popular, en el encuentro con otras mujeres, y en la expresión artística y el tono de denuncia de sus sentires. Las arpilleras eran vendidas en el extranjero con ayuda de la Fundación Missio y la Vicaría, y el dinero reunido era repartido para todas quienes hubieran trabajado en alguna obra.
 
En 1978, conoce a la hermana Karoline Mayer en el Zonal Norte de la Vicaría, con quien entabla una relación de apoyo mutuo y amistad. Juntas se embarcan en ampliar los espacios formativos para las mujeres populares, diversificando los oficios que estas podían aprender y desempeñar. Potenciaron la organización y el encuentro consigo mismas de muchas mujeres que vivían en situación de extrema pobreza y de soledad. Hasta el día de hoy, sus estudiantes la recuerdan con pasión y cariño, y algunas de ellas siguen enseñando la técnica de la arpillera y su legado.
 
Al finalizar la dictadura militar, Valentina decide continuar con su labor de educadora en la Escuela de Capacitación que había fundado junto a la hermana Karoline, hasta que los años y el cansancio le impusieron la necesidad del descanso. Pasó los últimos años de su vida reencontrándose con el arte de la escultura, hasta fallecer en la tranquilidad de su hogar un 12 de agosto del 2019.

Fuente(s): 

The Clinic

Universidad de Chile

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