En Coquimbo hay una plaza que lleva su nombre, en ella hay un monolito que cuenta su vida y obra. Existe también una ramada de La Pampilla que la honra y hasta un pequeño museo, que era el dormitorio de la casa del sector El Llano donde vivió Elena Montoya, cantora popular conocida como La Criollita. «Allí descansa su guitarra querida. Por las noches duerme, pero por el día la sacan al sol para recordar su canto», cuenta Alejandrina Montoya, una de sus nueve hijos y la cuidadora de un legado que incluye fotografías, manuscritos, canciones y textos poéticos descubiertos en un baúl de la casa.
Si bien la figura de la cantora, folclorista, recopiladora y autora ha permanecido en el desconocimiento de la música popular chilena (como muchas otras mujeres), su activa presencia e intensa creación la convirtieron en el mayor nombre del folclore en el norte. Sus escenarios más concurridos fueron el puerto de Coquimbo, la pampa del desierto de Atacama, las oficinas salitreras y el santuario de Andacollo.
Nacida en 1914 como Elena del Carmen Santana Arancibia en Coquimbo, desde niña ella y su hermana Dora experimentaron el gusto por la música, inspiradas por los cantos folclóricos y el tango, herencia de su padre argentino, Simón Santana Álvarez. A los cinco años, tras su muerte, Elena, Dora y su madre viuda, Auristela del Rosario Arancibia Mondaca, debieron trasladarse al Norte Grande para trabajar y vivir en oficinas salitreras como Pampa Unión, Francisco Puelma, Aníbal Pinto o la Anita, lo que después sería fundamental para Elena y sus canciones, en las que se identifica con el norte en canciones como “Pampina soy”, “Pampa, pampa, pampa” o “Pampa Unión”.
La Criollita comenzó a cantar siendo niña en la oficina salitrera de Pampa Unión, a la que llegó antes de cumplir los nueve años. Ganó su primer concurso dos años antes, en un teatro móvil que pasaba por las oficinas salitreras de la pampa.
Años más tarde, la familia se mudó a Copiapó y allí Elena conocería otra dimensión de la música al integrarse al coro polifónico del Colegio de las Madres Auxiliadoras. En 1931, con diecisiete años, regresó a Coquimbo para casarse con Alejandro Montoya y formar allí su familia. Al casarse, Elena decidió adoptar el apellido de su marido.
Fue entonces cuando dio el paso definitivo para entrar en la música, cuando participó en un concurso para aficionados que organizaba radio La Voz del Norte, de Coquimbo. Ante la presión de los vecinos del barrio El Llano, donde vivían, su marido, que no estaba de acuerdo con que ella cantara, debió autorizarla a participar. Elena ganó el certamen. Fue el punto de inflexión en su historia musical. Los hermanos Puerta Roldán, directores de la radio, la bautizaron entonces como La Criollita.
La visita a Chile del guitarrista y cantor Atahualpa Yupanqui fue determinante en la historia musical de La Criollita. Juntos realizaron una gira por Argentina. Se presentó en Radio Sarmiento de San Juan en 1968 y actuó en escenarios del interior durante tres meses, hasta que decidió regresar a Coquimbo para hacerse cargo de sus hijos. Esa decisión le impidió iniciar una gira junto a Atahualpa Yupanqui por Europa.
Su primer álbum lo grabó en el año 1964 para el sello ODEÓN y llegó a editar dos LP en 1969, producidos por Rubén Nouzeilles: “La voz y el estilo de Elena Montoya” y “La Criollita”. Sus canciones se movieron mayormente por las cuecas nortinas, tonadas, cachimbos, trotes, zambas, y valses.
En 1971 dejó de tocar en solitario y formó un elenco folclórico de apoyo, que incluía bailes y vestuarios, con el que comenzó a presentarse como Elena Montoya y su conjunto Aiquina. Realizó giras nortinas, con presentaciones en Antofagasta, Iquique, Arica, e incluso la peruana Tacna. Además de cantora e investigadora, fue divulgadora del folclor del norte, a través de una intensa actividad en el programa «Aquí Coquimbo», que se emitía entonces por Radio Riquelme.
Además del lamento con recitado de «Mamanchi», las canciones más difundidas de Elena Montoya fueron «La Serena en Navidad», «Pampillita Coquimbana», «Pampa Unión», el villancico «Estrellita luminaria», el cachimbo «Las mulitas de don Ramón», «Montegrande», «Viento, helada y sol», «Cueca centenaria», «Marcha Antártica», dedicada al Presidente Gabriel González Videla, y «Marcha Atacama», dedicada a la Escuela de Minas de Copiapó.
Fallecida en 1996, su obra se conoció a lo largo de todo Chile, recibiendo importantes premios y reconocimientos, entre los que se destacan los siguientes: en 1967, la Municipalidad de Coquimbo le otorgó una medalla de oro en reconocimiento por su actividad musical. Más tarde, recibió el diploma de honor por ser embajadora de la juventud e investigadora del folclor otorgado por Radio Minera de La Serena en 1977, el diploma a Los Consagrados de la IV región entregado en 1984; en 1985 los artistas de la peña folclórica «Alero del Cantor» la distinguieron como la madre del folclor. El último reconocimiento fue el 9 de mayo de 1996, la Municipalidad de Coquimbo le realizó un homenaje por su destacada labor como cantautora. Además de su labor musical, Elena fue Presidenta del Sindicato de Músicos de Coquimbo durante muchos años.